Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Aldo Rico en el BAFICI: entrevista al director que convirtió al ex Carapintada en el protagonista más inesperado del festival

Entre los muchos atractivos que ofrece esta flamante edición del Bafici que acaba de comenzar, sin duda uno de los más esperados -y potencialmente polémicos- es el estreno de “Esto no es un golpe”, la nueva película de Sergio Wolf sobre el levantamiento de los Carapintadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, uno de los episodios más recordados pero a la vez más opacos y menos reflejados en el cine de la década del 80.

Según Wolf, ex director del Bafici y uno de los documentalistas más importantes del país (“Yo no sé que me han hecho tus ojos”, su película sobre Ada Falcón, probablemente sea una de los documentales argentinos más aclamados de los últimos 15 años), indagar en esas lagunas históricas  y malentendidos sobre lo que sucedió durante esos 4 días que tuvieron en vilo -y movilizado- a un país que temía que la recientemente recuperada democracia estuviese en peligro fue el principal motor para la realización de este nuevo trabajo, que forma parte de la fuerte selección de títulos de la Competencia Argentina de este año.

Antes de su estreno de esta noche, Wolf visitó los estudios de Infobae para hablar sobre los desafíos de llevar esta historia al cine, cómo la ausencia de Raúl Alfonsín definió la construcción de la película y por qué el cine argentino, luego de evitar meterse con la década del 80 durante mucho tiempo, repentinamente ha encontrado inspiración en esa época.

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—¿Por qué una película sobre el levantamiento carapintada?
—Yo tiendo a pensar los documentales a partir de cierta modalidad narrativa, cuando siento que ahí hay un material narrativo, una posible dramaturgia y a partir de una pregunta que no logro contestarme. Y siempre sentí con esa historia que nunca se había contado convenientemente qué había pasado.
Al mismo tiempo la película no parte de una tesis, sino más bien, como lo hice siempre en todas mis películas, con una pregunta a salir a explorar; explorar por un lado qué es ese enigma, cómo se resuelve o cómo se puede resolver, y al mismo tiempo cómo contarlo. Que también para mí siempre es un desafío, por lo menos en el campo documental, muy importante.

—Tiene que haber sido clave en ese cómo contarlo que uno de los dos protagonistas de ese hecho, tal vez el más importante, Raúl Alfonsín, estuviese muerto. 
—Yo pienso que el documental la falta es muy importante. Uno de los primeros teóricos del documental decía: “El documental es la interpretación creativa de la realidad.” Y lo que uno no tiene es lo que generalmente genera o agiganta el deseo de hacer la película, ¿no? Y define por supuesto la construcción y la forma de la película y la creación de un dispositivo que solo existe para esa película.
La figura de Alfonsín efectivamente era uno de los problemas centrales a resolver de la película, cómo construir esa figura sin la presencia. Obviamente no iba a poner ni un locutor ni a un familiar ni a un actor que hiciera la voz de Alfonsín, pero sí tenía que construir la presencia de ese personaje a través de archivos, de su voz, de cómo lo contaban otros personajes. La lectura de ciertos materiales me permitió encontrar un Alfonsín que yo busqué todo el tiempo, que no era el Alfonsín que habla solamente en la Plaza de Mayo desde el balcón de la Casa Rosada sino un Alfonsín si se quiere más íntimo, más personal, más carismático, un Alfonsín que no sea solo el Alfonsín del discurso. Que fue muy difícil porque yo no lo conocí, pero tengo la sensación de que era un personaje muy opaco. Que trazaba una distancia, un dique muy fuerte entre su vida privada o su vida personal y su vida pública. Evitaba todo el tiempo eso, con un nivel de discreción asombroso visto desde la perspectiva de hoy. Y eso generaba en la película un contrapeso complejo respecto del personaje de Rico.

—¿Y cuán difícil fue convencer a Aldo Rico y los demás militares involucrados en el alzamiento en participar de la película? Porque durante mucho tiempo ser marcado como un carapintada era básicamente el fin de tu carrera en el Ejército y en la vida política. 
—La verdad que no fue sencillo, ellos terminaron su carrera gracias al episodio. Algunos personajes importantes ligados al gobierno que están en la película, el caso de Jesús Rodríguez, el caso de Jaunarena, ellos fueron más fáciles de conseguir que los personajes vinculados al mundo carapintada.
Pero también hay otra cosa que es muy importante, quizás tan importante como los personajes, que son los lugares. La película son los relatos, es el archivo, es la primera persona, pero también los lugares que nunca se vieron, donde el cine nunca entró. Sí, se han filmado publicidades en Campo de Mayo, pero no se han filmado películas de ficción y menos un documental que trabajara este tema. Fue difícil conseguir las dos locaciones principales que son la Casa de Gobierno y Campo de Mayo, que son los dos grandes escenarios, un poco como en un western.

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Aldo Rico en Campo de Mayo durante el levantamiento carapintada

—Te quería preguntar por el título “Esto no es un golpe”, que es fuerte. ¿Por qué lo elegiste? ¿Abonás vos también a la idea de que el levantamiento no fue tanto un golpe de Estado sino una pelea intramilitar?
—Escribí casi trescientos títulos para la película. No lo encontrábamos y finalmente la frase de uno de los personajes de la película, que luego se repite en varios, que es “Esto no es un golpe”, una afirmación pero que contiene una pregunta. Y al mismo tiempo yo creo que todo el episodio de Semana Santa se repite a partir de ciertos lugares comunes instalados tanto por la gente que en ese momento lo vivió. La gente recuerda el episodio como “Felices Pascuas” y “La casa está en orden”.
Es decir, lo recuerda a partir del desenlace y de dos frases que dice Alfonsín en su discurso final cuando vuelve de Campo de Mayo. Y nosotros queríamos hacer una película que de alguna manera revisara ese momento y entonces nos pareció que tomar esa frase era también una manera de discutir, si se quiere implícitamente, tácitamente, aunque fuera fuerte, porque además es una frase mayormente usada por los Carapintadas que decían “esto no es un golpe de Estado” mientras que las fuerzas democráticas decían “sí, creemos que es un golpe de Estado”. Entonces me parecía que salir con un título así era como de alguna manera dejar por escrito, marcar la película respecto de ese lugar de discusión que la película intentaba ocupar respecto de los lugares comunes que estaban instalados sobre ese episodio.

—Descuento que hacer esta película expandió tu conocimiento sobre el levantamiento carapintada, pero hizo además que se modificara tu concepción de lo que fue este episodio?
— Sí, totalmente

—Hablame de eso.
—No es que yo no tuviera idea respecto de lo que había pasado, yo tenía mi propia percepción, estuve en la plaza en aquella Semana Santa, yo salí desencantado después del discurso de Alfonsín. Y la película me ayudó a entender qué había pasado. Si bien son cuatro días, no cae el gobierno, no hay un golpe militar y no hay muertos, también es cierto que esos cuatro días nos obligaban a ir hacia atrás y también ir un poco hacia adelante respecto de esa propia Semana Santa y los relatos de los personajes. Porque yo no filmo historiadores, sociólogos, opinadores o periodistas, no filmo gente que habla cosas sino gente que vivió cosas. Entonces el relato en primera persona de los personajes nos llevan a ese territorio de un lugar muy diverso. Por supuesto está el archivo, por supuesto está mi voz también que va uniendo ciertos elementos, no es una película estrictamente en primera persona pero sí hay una primera persona.

—¿Cuando decís que estabas ahí y que saliste decepcionado es porque vos pensabas que Alfonsín había cedido?
—Yo pensaba que algo había pasado, que había algo que no estaba contando. Y luego Alfonsín fue muy cuidadoso en no contar el episodio. Es decir, lo contó muy brevemente a su manera en su libro “Memoria política”, cuenta algunos episodios, pero en realidad él único que había estado ahí es él y los personajes que habían estado en esa reunión siempre simplificaron bastante el episodio. Me refiero a Rico cuando lo contó. Y después el resto de los Carapintadas, o del grupo que estuvo con Rico, que estuvo en esa reunión con Alfonsín, casi no hablaron.
Es decir, es un episodio que lo que tiene que a mí me seducía es que estaba o mal contado o contado a medias, entonces ahí había un hueco, había un espacio como para que entrara el cine.

—En tus documentales se detectan siempre dos características, una tu interés por la excavación del pasado y otra una manera de proceder que consiste en reflexionar sobre la historia y sus mecanismos mientras la estás contando. ¿Cómo llegaste a definir cómo querías contar esta película?
—Bueno, para mí la película imponía, por lo menos en el proceso de escritura inicial, un cierto procedimiento cercano a lo que podríamos  llamar una especie de thriller político. Entonces había una dramaturgia ahí como para trabajar; no la invento yo, el que le dice a la gente “espéreme acá” y deja la escena en suspenso es Alfonsín. No es un procedimiento formal mío como cineasta sino que había ahí un material narrativo que yo podía capitalizar siendo respetuoso con lo que había pasado.
Pero es cierto que la cuestión de la primera persona y la voz autorreflexiva sobre el propio procedimiento de la película en este caso no podía ser igual que en las anteriores. Por un lado por el tipo de material que yo estaba enfrentando, porque era un material que a diferencia de “El color que cayó del cielo” con los meteoritos o en mi película sobre Ada Falcón éste era un episodio sobre el cual mucha gente tenía una opinión, un punto de vista. Y por lo tanto no estaba trabajando sobre un material desconocido que daba a conocer sino más bien estaba volviendo sobre un material o sobre una zona histórica y política conocida y tratando de buscar de qué manera contarla.
Hay algo que sí ha quedado en algunos momentos de la película que tiene que ver con ese dispositivo, con esa primera persona, más bien una especie yo diría de primera persona más tenue si se quiere que abre y cierra capítulos, que cose algunos momentos, pero no una omnipresencia de esa primera persona y de autorreflexión sobre el propio dispositivo porque también la envergadura, el volumen de los hechos y de los relatos que se cuentan impedían que yo me metiera demasiado a contar el proceso formal de la película sacando al espectador del desarrollo de una trama sobre la cual hay que estar muy atento. Es una película que por ahí tiene menos poética que mis dos películas sobre Ada Falcón o la película sobre los meteoritos porque es muy concreta, muy de personajes de tierra. Bueno, militares, ¿no?

—¿Y por qué pensás que este episodio en particular, pero también la década del 80, a diferencia de los 70 o los 90, no ha sido tan explorado en el cine argentino? 
—A veces tengo la sensación, por lo menos en el campo del documental, que se toma lo que está más a la mano. Y creo que los 80 es una zona problemática. Como que muchas veces el cine no supo bien qué hacer. Es más, el cine casi estuvo a punto de desaparecer en los 80. Digo, los años 88, 89, previos a la crisis del final de Alfonsín y al comienzo de Menem, Argentina producía cinco películas, seis películas, hasta que apareció la renovación, la Ley de Cine del 94, fue un período muy dificultoso. Ese período 88-90, 91, 92, hasta la Ley de Cine que es del 94. Y ahí aparecen recién las escuelas de cine y el llamado Nuevo Cine Argentino.
Justamente ese es un período muy conflictivo. Y yo creo que ahí el cine estuvo en un momento de grandes películas, aunque por otro lado casi no había documentales en ese momento. Y después el cine no volvió sobre ese período porque prefirió elegir otra cosas. Y para mí hay un reservorio ahí de historias. Me contaban hace poco que hay no sé si una o dos ficciones sobre el Juicio a las Juntas que están escribiéndose. Hay algo tal vez en el ambiente, como esas mariposas que uno ve que están revoloteando por ahí de volver sobre ese período.

—¿Y por qué creés que está pasando eso? Más allá de algo generacional, o que se cumplieron 30 años del levantamiento carapintada, y que haya habido un par de sucesos en las noticias que involucraban a personas que participaron -Aldo Rico en el desfile de los veteranos de Malvinas y declaraciones polémicas de Gómez Centurión-, podría haber algo más?
— Es una buena pregunta. La verdad es que no lo sé. Sí es cierto que la expresión “Semana Santa” se ha transformado en una especie de sinónimo de hacer tambalear la democracia. Quiero decir, yo la leí muchas veces la expresión cuando fue la represión y los ataques sobre el Congreso en diciembre del año pasado. Más allá de buscar equivalentes de eso yo lo buscaría más por el lado de los episodios que los medios o los partidos políticos creen que funcionan como un intento de hacer tambalear o poner en peligro la democracia o no. Me parece que ahí sí reaparece ese episodio.
Digo esto más allá de las presencias de Aldo Rico y de su lugar en la sociedad y de por qué lo invitan a la televisión, que me parece que es como una cuestión de otro orden, de qué se hace políticamente con esos personajes.

—¿ Y qué se hace políticamente con estos personajes? ¿Qué se hizo bien y qué se hizo mal con sus juzgamientos?
—Primero habría que definir la categoría de “estos personajes”. Si tengo que hablar desde el lugar del cineasta, contestaría que se los filma de la misma manera que se filma a los otros, con los mismos procedimientos que la película eligió para los otros y que para mí, es decir no incluir textos en off después de sus intervenciones refutándolos o cuestionándolos si esas refutaciones no ocurrieron cara a cara, no musicalizarlos, no pisar sus voces con sonidos externos que opinan sobre lo que dicen. Respecto de los juzgamientos, si la referencia es al alzamiento de Semana Santa, diría que es fácil decir, sentado cómodamente frente a una computadora, que lo que creo que debió hacer Alfonsin es que los juzgara la justicia civil y no la justicia militar. Pero insisto que es cómodo decirlo ahora y no al calor de decisiones muy complejas que debió tomar Alfonsín en cuestión de horas y con enormes grupos humanos desarmados a punto de entrar en una guarnición armada hasta los dientes… Me gustaría que “Esto no es un golpe” abra una discusión sobre este y otros temas ligados al hecho.

“Esto no es un golpe” de Sergio Wolf se proyectará esta noche a las 22:30 en el Village Recoleta, el domingo 15 a las 17:30 también en el Village Recoleta y el miércoles 18 a las 18:45 en el Village Caballito.

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Fuente: https://www.infobae.com/cultura/2018/04/14/aldo-rico-en-el-bafici-entrevista-al-director-que-convirtio-al-ex-carapintada-en-el-protagonista-mas-inesperado-del-festival/

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