Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Para especialistas internacionales, la Villa 31 es uno de los espacios más interesantes y vibrantes de Buenos Aires

(CABA) Expertos internacionales encontraron que, lejos de tener que cambiarla totalmente, la Villa 31 puede ser un ejemplo para el resto de la ciudad y para otras capitales del mundo. Los especialistas de la consultora Gehl, de origen danés y con oficinas en Copenhague, San Francisco y Nueva York, fueron convocados para rediseñar la Villa 31. Al estudiarla, quedaron asombrados por la vitalidad de sus calles y el uso intenso de movilidad sustentable. Algo que supera, sostienen, a las zonas más ricas de la ciudad. “La Villa 31 es uno de los vecindarios más interesantes de Buenos Aires. Posee la escala de los asentamientos medievales europeos a los que acuden miles de turistas. Y tiene la vida urbana que buscan en Nueva York o Melbourne”, dice un informe publicado por la firma en enero pasado.

La venezolana Mayra Madiz y Jeff Risom, director de la oficina de Gehl en los Estados Unidos, dos de los miembros del equipo de Gehl que analizó el caso de Buenos Aires, se cuidan mucho de no caer en una idealización de la vida en la villa. “La 31, estratégicamente situada junto al barrio más adinerado de la Capital, es un doloroso recordatorio de la profunda disparidad socioeconómica en la Argentina”, sostienen. Para estos expertos en planificación urbana, si bien Buenos Aires es presentada como una ciudad sofisticada, el 37 por ciento de los ocho mil hogares de la 31 no tienen cocinas y una cuarta parte no cuenta con inodoros. “Algunos residentes llevan un par de zapatos extra para calzarse después de haber caminado por las calles cubiertas de barro”, explican.

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Desde hace dos años, la firma Gehl asesora a la Secretaría de Integración Social y Urbana del Gobierno de la Ciudad en el redesarrollo de la Villa 31. Gehl tiene un nutrido equipo de especialistas en diseño urbano que se basan en el desarrollo de movilidad sustentable y la valorización del espacio público. En Buenos Aires, estudiaron la vida en calles y plazas de siete barrios que representan la diversidad porteña. Además, sistematizaron el conocimiento adquirido por los equipos que trabajan día a día con los residentes de la 31.

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A simple vista se pueden detectar muchos de los problemas urbanos de la villa, algunos corredores no permiten el paso de autobombas y ambulancias; con lo que cientos de familias se encuentran fuera del servicio de salud y contra incendios. La mayoría de las casas no tiene agua potable, cloaca, desagües pluviales y sus conexiones eléctricas clandestinas son peligrosas. Sin hablar del hacinamiento y la falta de salubridad de las viviendas, o la inseguridad y el hecho de que ninguna línea de colectivos atraviesa los barrios. Para los expertos, lo primero es un urgente acceso a los servicios públicos.

Pero, a medida que los profesionales de Gehl se fueron adentrando en el tema, cayeron en la cuenta del riesgo que implica realizar una reurbanización sin criterio. “En la villa, cumplir con los códigos de construcción llevará a ensanchar calles, restringir el afán emprendedor de los residentes y, posiblemente, incrementar los costos de construcción. Para cumplir con las normas, la comunidad se vería obligada a renunciar a algunos de sus más potentes atributos”, sostienen Madiz y Risom.

La principal sorpresa de los especialistas fue detectar que en las calles de la Villa 31 hay un mayor número de personas caminando, andando en bici, socializando, jugando y mirando a otra gente pasar que en el resto de los seis vecindarios que estudiaron. “Nos dimos cuenta de que la mayoría de los proyectos de vivienda social construidos por el Estado durante el último siglo ha dado peores resultados (en seguridad y salud) que los barrios informales construidos por los habitantes”, afirman y aseguran que la familias de la 31 enfrentan graves privaciones en muchos aspectos y, sin embargo, en medio de la escasez, el vecindario posee características que algunas de las ciudades más privilegiadas ambicionan.

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El trabajo de Gehl se centró en desarrollar estrategias para conectar el vecindario con su entorno. Señalan que hacer que la comunidad sea físicamente más accesible se complementa con la integración de la villa en el tejido social y económico de la ciudad. “Hemos ayudado a diseñar calles y espacios para interconectar las micro comunidades que conforman la villa y así reforzar la noción de que el espacio público realmente constituye la base común y la esencia del distrito”, explican.

En el caso Villa 31, los expertos internacionales volvieron a verificar una rara paradoja que vienen comprobando en la planificación de ciudades: “La gente prefiere vecindarios que se han desarrollado orgánicamente, gracias a las contribuciones de muchos, a los que fueron planificados por un pequeño grupo de expertos”.

Madiz y Risom señalan que en una ciudad marcada por rascacielos y el movimiento del tráfico en avenidas de ocho carriles, las calles estrechas y la forma compacta de la villa proporcionan un descanso del ruido y el ajetreo urbano. “A pesar de que la Villa 31 es uno de los barrios más densos de la ciudad, la mayoría de los edificios tiene menos de cinco plantas de altura. Elancho de la calle oscila entre los 3 y los 16 metros, generando así una red de callejuelas compartidas caracterizadas por un agradable microclima”, explican.

Para los planificadores de Gehl, la dinámica vida urbana de la villa se debe a que las angostas edificaciones conforman manzanas densas en las que siempre hay un par de ojos vigilando la calle. En lugar de ajustarse a una cuadrícula perfecta, las calles se curvan alrededor de las construcciones generando una red de pasajes ondulantes que descubre distintas vistas del distrito y sus alrededores. “Estos pasajes varían de ancho, lo que permite que surjan pequeñas plazas y espacios de reunión. Los callejones se convierten en atajos entre las vías paralelas, permitiéndole a los peatones tomar trayectos más cortos y directos que los vehículos”, dicen.

Después de años de olvido, la villa necesita cambios, pero los expertos aseguran que es preciso que se reconozcan “los valores y las fortalezas” actuales de la comunidad. “Hay que evitar que un redesarrollo del barrio haga desaparecer sus cualidades existentes. Allí hemos aprendido lecciones que podemos usar en otros otros proyectos de diseño urbano. Aunque es imprescindible no idealizar las condiciones surgidas de la escasez y la necesidad”, afirman y aseguran que espacios urbanos como el de la villa requieren del apoyo del Estado sin que se regule excesivamente una vida comunitaria que ha florecido durante su ausencia. NR

Fuente consultada: Clarín

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