Ciudad Autónoma de Buenos Aires

El 45% de los habitantes del área metropolitana redujo la porción de comida en el último año

(CABA-PBA) El cuarenta y cinco por ciento de quienes viven el Área Metropolitana de Buenos Aires tuvo que reducir en el último año la porción de las comidas por falta de dinero. El porcentaje es uno de los peores de la serie desde que el Centro de Estudio de Metropolitanos (CEM) empezó a medir la percepción de inseguridad social en la Ciudad de Buenos Aires y los 24 municipios que la rodean. Y se lee en su entera magnitud si se lo despliega sobre el mapa, ya que las dificultades para comer impactan de manera heterogénea en el territorio: en la Capital Federal, los que manifiestan haber tenido que ajustarse en su alimentación son el 29 por ciento, pero en el segundo cordón del Conurbano el número llega al 57 por ciento.

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Así lo registró el Undécimo Monitor del Clima Social del CEM, un centro de la Univesidad Metropolinata para la Educación, las Universidad Nacional de Hurlingham y la Universidad Nacional Arturo Jauretche. El CEM viene midiendo el clima social desde hace tres años; realiza periódicamente esta encuesta para indagar sobre la percepción de inseguridad social, considerando siete variables: inseguridad económica, alimenticia, laboral, sanitaria, habitacional, educativa y en el transporte. En esta última medición se centró en los tres ejes socioeconómicos.

Los indicadores de inseguridad económica, alimentaria y laboral muestran que el malestar social lleva más de un año sin repuntar.

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Todos los indicadores del Monitor cayeron en picada luego de la devaluación del 2018 y se mantienen en valores alarmantes», resumió Matías Barroetaveña, director del CEM. Detalló, en este marco, que al analizar los resultados territorialmente «vemos que que si bien la caída es general, las desigualdades profundizan la crisis social en los sectores más pobres. Por eso es imprescindible que el Estado fortalezca las políticas alimentarias y mejore los ingresos de quienes dependen de un ingreso mínimo, de la AUH o de un plan social”.

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El miedo a perder el trabajo en el corto plazo alcanza el 41 por ciento. El temor es más acentuado en la clase media baja, donde es mencionado por 63 de cada cien encuestados. Casi la mitad, además, consideró que laboralmente está peor que hace un año.

El aspecto que más empeoró de la percepción de inseguridad laboral es el referido a los ingresos. Seis de cada diez entrevistados dijo que su salario no le alcanza para vivir. El indicador de ingresos insuficientes se mantiene en relación a anteriores mediciones dentro de los peores indicadores de la serie, y en la clase baja alcanza el 70 por ciento.

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Por otra parte, es muy alto el número de personas que respondió que en el último año algún integrante de su hogar perdió el trabajo, situación que contaron la mitad de los entrevistados. El porcentaje se agrava en la clase baja donde los que sufrieron un despido o vieron discontinuada su actividad por la crisis son dos de cada tres.

Inseguridad económica
Consultados sobre la situación económica del país, el 67 por ciento la definió como “mala” o “muy mala”, una opción que duplicó su número de adherentes en los dos últimos años: en octubre de 2017 el pesimismo era del 37 por ciento, una diferencia de treinta puntos.

En el mismo sentido, que más de la mitad -un 55 por ciento- dijo estar personalmente “peor” o “mucho peor” que un año atrás. Con respecto a estas percepciones hay una notable diferencia entre la Capital Federal -donde los que dicen estar mal o ver al país en una mala situación son el 50 por ciento- y el Gran Buenos Aires, donde sube al 73 por ciento en la Zona Norte del AMBA y al 75 por ciento en la zona Oeste.

En resumen, la satisfacción con la situación económica personal es muy baja. Apenas el 15% afirma estar mejor o mucho mejor económicamente. Este indicador se mantiene en esos porcentajes desde hace un año.

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Inseguridad alimentaria

La crisis de ingresos y de empleo, en combinación con la inflación, deriva en un agravamiento de la inseguridad alimentaria. En este aspecto, 63 de cada cien entrevistados sostuvo que achicó sus compras, limitando tanto la cantidad de productos adquiridos y cambiando a segundas o terceras marcas.

Esta estrategia de buscar marcas más baratas fue reconocida por el 74 por ciento. Ya desde hace un año que se mantiene por encima del 70, sin signos de recuperación. En octubre de 2017 el porcentaje era del 57 por ciento.

Sin embargo, la consecuencia más cruda del deterioro social es el ajuste en las porciones de comida.

Cerca de la mitad de los entrevistados afirmó haber disminuido la porción de comida por problemas de ingresos. En el segundo cordón del Conurbano los que tuvieron que pasar por esta experiencia llegan al 57 por ciento.

Finalmente, un tercio de los encuestados afirmó haber tenido hambre en el último año por problemas de ingresos. En octubre de 2017 quienes contestaban afirmativamente eran el 18, es decir que el número casi se duplicó. Como en otros puntos, también acá se ve la diferencia entre la Capital y el Conurbano, ya que en el segundo cordón sur y oeste esta situación alcanzó a 41 de cada cien. NR

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