Ciudad Autónoma de Buenos Aires

El centenario bar Plaza Dorrego de San Telmo, cada vez más cerca del cierre

(CABA) Sin saberlo, Christian Zucchi se tomó el último café que vendió el centenario bar Plaza Dorrego, en el corazón de San Telmo. Al menos hasta nuevo aviso. Poco antes de las once de la mañana de hoy, el joven salió del local confundido: había ido a encontrarse con otra persona, pagó la cuenta para acompañarla hasta el estacionamiento y avisó a los mozos que enseguida volvería a su mesa porque tenía que hacer tiempo hasta la siguiente reunión. Pero nunca pudo volver a entrar.

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«No entiendo nada», dijo mientras bajaban las persianas del bar y lo invitaban a retirarse. «Propuse como punto de encuentro San Telmo porque quería ir a algún bar antiguo. Es una lástima», agregó, al enterarse de que cerraba. El siguiente café se lo tomó en la vereda de enfrente, en la sucursal de una conocida cadena norteamericana.

Situado desde hace 140 años en la esquina de Defensa y Humberto Primo, frente al espacio verde homónimo, el bar Plaza Dorrego es testigo de la historia porteña. Tanto que en 2011 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró símbolo identitario del barrio de San Telmo y sitio de interés cultural. Esas placas hoy conviven junto a los carteles que los empleados pegaron, en castellano y en inglés, rogando que no cierre.

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Arrastrado por una mala administración, el bar -sitio de encuentro de porteños y de turistas, y en el que incluso se llegaron a reunir los escritores Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato – comenzó a decaer en los últimos meses. Los empleados cuentan que en las últimas semanas no se compraba mercadería y se atendía al público solo cuatro horas por día. Las reseñas más recientes de internet son demoledoras: califican la experiencia de vergonzosa.

La situación se tornó más dramática hace dos meses, momento en el que -según denuncian los trabajadores- se les dejó de pagar el sueldo. Tampoco estarían hechos los aportes correspondientes. Ayer por la mañana se esperaba algún tipo de resolución, ya que vencía el contrato de alquiler del inmueble. Pero el conflicto quedó lejos de estar resuelto.

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El locatario del bar y empleador de los trabajadores, Rubén Yufera, acudió al local en la víspera para negociar su entrega o su continuidad con el dueño del inmueble. Se vivieron momentos de tensión. «Este es el que no nos quiere pagar», lo presentó el mozo Carlos Sequeira a La Nación.

Yufera lo acusó de maleducado y lo increpó, amenazante. En su mano tenía el fierro con el que intentaba bajar las persianas metálicas. Hace poco más de una semana, le había dicho a BAE Negocios que los pagos estaban demorados, pero su intención era renovar el contrato. «Toda la gastronomía está trabajando a la mitad, y magos no hay. El pago de agosto está demorado unos días, pero lo pagaré y seguiremos adelante. Hoy está cerrado, pero mañana abrimos; el bar no cierra», dijo entonces. Pero este lunes no dejó ingresar a los cronistas e invitó de mala manera a que todos se retiraran.


A las 12 en punto llegó Oscar Vidal, propietario del inmueble. Saludó con afecto a los empleados que estaban en la puerta e ingresó para dialogar con Yufera. Para entonces todas las persianas del local ya estaban bajas. Según explicó Luis Palmeiro, abogado defensor de los empleados del bar, Yufera no pudo hacer entrega del local por estar ocupado. Del lado de los trabajadores, no tuvieron ningún tipo de notificación oficial acerca de su situación laboral.

«La situación es de extrema precariedad. Lo único que hay en concreto hasta ahora es el incumplimiento del pago de salarios, porque no hubo escisión del contrato laboral. Y los trabajadores están cumpliendo servicios», explicó Palmeiro a La Nación.

La intención de los trabajadores es autogestionar el bar, para ello deberían negociar directamente con el propietario Vidal. Pero este reclama que hasta no tener posesión del inmueble no puede conversar. Es la mayor herramienta de negociación que tienen los ocho empleados hasta ahora.

Mientras tanto, una declaratoria que emitió el jueves pasado la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos suma una arista más al conflicto. En ella, propuso declarar al bar «bien de interés«. El arquitecto asesor del organismo Jorge Caramés explica que esta catalogación «no tiene la misma jerarquía que un monumento pero significa una restricción: no se puede cambiar graciosamente el uso actual porque es justamente el motivo de interés».

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Pero no es tan sencillo, el trámite ahora debe pasar por la Secretaría de Cultura y en última instancia ser aprobado por decreto presidencial. Podría ser la esperanza de los trabajadores que quieren seguir dedicándose a lo que hacen, en el caso de Sequeira, hace treinta años.

«Hace dos años que no pagan aportes y dos meses que no pagan los sueldos. Tengo 30 años acá y me quieren dejar en la calle«, se quejó el mozo, que todavía vestía su atuendo laboral de camisa y moño. NR

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