Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Joss Stone en el Luna Park: candidez y «soul de ojos azules» para enamorar a la audiencia

Un derroche de candidez y una impecable performance vocal le bastaron a la cantante y compositora inglesa Joss Stone para enamorar anoche a la audiencia que colmó el porteño estadio Luna Park, en un concierto en el que hizo gala de su reconocido soul, respetuoso de la tradición sonora pero con su impronta personal.

Con la excusa de presentar su nuevo disco «Never Forget My Love», la gran voz blanca heredera del estilo Motown regresó a nuestro país y, como si hiciera falta, volvió a poner en juego todo su arsenal de seducción.

Gráciles movimientos; una voz potente pero cristalina, que no juega a romperse en su necesidad de transmitir el dolor tradicional del género, sino que apela más bien al dulce reproche; y una desbordante simpatía fueron los elementos sobre los que se apoyó esta artista para llenar de color el escenario.

Y entre grandes momentos vocales y un sinfín de mohines, Joss Stone logró con creces el objetivo de dejar en el público la sensación de estar frente a una de las mujeres más agradables que puedan existir.

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Si David Bowie acuñó a mediados de 1975 el término «soul de ojos azules» para definir su orientación musical de entonces, por su acercamiento desde su visión de hombre inglés blanco a la música afroamericana; Joss Stone encontró allí el gran sostén para construir su estilo, que el martes a la noche brilló en lo que respecta a su nivel de depuración.

Hubo allí un papel primordial de la banda, sobria y versátil, que no necesitó de grandes exhibiciones para dar cuenta de su valor. Un baterista preciso y potente, un sólido bajista que puso el groove, un tecladista que aportó el sonido soulero con hammond y pianos eléctricos, y un notable guitarrista tanto en su aspecto rítmico como solista, sumado a dos coristas, conformaron el combo que creó el marco para el lucimiento de la protagonista de la noche.

Ataviada con un ajustado vestido que resaltaba su panza de embarazada, la brillante vocalista inició puntual su acto de encantamiento al son de «Free Me» y para su segundo tema, «Big Ol´ Game», invitó al público a unirse en un sutil susurro.

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«Son tan dulces», exclamó juguetona, para luego preguntar: «¿Cómo se sienten para una nueva canción?», antes de arremeter con el tema que da nombre a su nuevo disco.

Precisamente, las largas alocuciones y el intercambio con el público serían una constante en el show, con comentarios sobre las letras de las canciones o algunas confidencias hogareñas, entre ellas, una versión con una leve adaptación en la letra de «Don´t Cry For Me, Argentina», que le canta a su hija Violet cuando llora o la revelación que espera un varón.

Sorpresivamente, su gran hit «Super Duper Love» se coló en ese primer tramo del concierto, con la invitación incluida a la gente a pararse y bailar, paradójicamente unos segundos después de que el siempre intenso personal de seguridad del Luna Park instará con ímpetu a los presentes a sentarse. Claro que nadie iba a resistirse ni sentirse ofendido ante los deseos de tan cautivante figura.

En contraste, «Tell Me What We´re Gonna Do Now» se presentó como uno de los momentos más intensos de la velada, fundamentalmente con su marcado ritmo y su riff de guitarra; el aire de reggae de «Karma», la canción para su hija «You´re My Girl» y la autorreconocida liviandad de «Don´t Cha Wanna Ride» distendieron un poco el clima.

«¿`Teadrops` la saben? Lo vamos a arreglar», dijo despreocupada Joss Stone sin saber que alguien en primera fila -evidentemente una profesional- no solo iba a saberla, sino que iba a cantarla de manera espléndida. La artista británica acercó su micrófono a la mujer del público que, por un instante, iba a convertirse en una especie de Cenicienta musical que concentró la atención de todos, incluso la gran protagonista de la noche.

Para el final, la intensidad alcanzada en «Tell Me What We´re Gonna Do Now» iba a regresar con «Harry´s Symphony», pero fundamentalmente con «Music», la celebrada «You Had Me» y una impactante versión de «I Put a Spell On You».

Para el bis quedó «Right To Be Wrong», el saludo final y la imagen de Joss Stone como ese personaje de Cameron Díaz en «Loco por Mary», del que nadie podía dejar se sentirse embelesado, y, para colmo, con una gran voz.

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