Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Los manteros, el derecho a morir de hambre y la venta de órganos

El diputado nacional Javier Milei y el dirigente social Juan Grabois participaron de un debate de más de cinco horas organizado por el periodista Jorge Fontevecchia. Si bien los dirigentes parecieran representar a electorados y sectores con ideas e intereses distintos, durante la entrevista (parte 1 y parte 2) surgieron algunos puntos en común. Uno de ellos, por ejemplo, fue en torno a la actividad de los manteros y los vendedores ambulantes.

El militante del Frente Patria Grande desafió al economista libertario: “Si está este conflicto entre los comerciantes formales que están ahí y mis compañeros vendedores ambulantes, y vos tenés que decidir si sacarlos o no sacarlos, ¿qué haces?”.

La respuesta, elaborada desde la defensa del libre mercado y con sustento en las distorsiones provocadas por la alta carga impositiva que deben afrontar los comerciantes, mostró un punto de acuerdo entre ambos.

Milei planteó que en un escenario ideal de competencia libre, los pequeños empresarios no atacarían a los vendedores ambulantes. “No lo denostarías como mantero, sería un competidor más y tendrías que ofrecer un producto de mejor calidad, con un mejor precio para que vayan a tu negocio y no al mantero”, reflexionó.

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Para que no queden dudas, el abogado cercano al papa Francisco interpeló: “Entonces, vos hubieses decidido, si fueras el jefe de Gobierno de la Ciudad, no sacar a los manteros”.

“Obviamente”, contestó Milei. Lo mismo -aseguró- para los cartoneros y todas las personas que se ganen el dinero honestamente. “No tenés por qué joderlas”, agregó.

El derecho a morir de hambre y vender los órganos

En otros momentos de la extensa conversa, quedaron claramente reflejadas las diferencias de criterio. El principal contrapunto surgió cuando Grabois cuestionó que el escenario de liberalismo total que promueve Milei entra en crisis cuando surgen actores poderosos como pueden ser los monopolios que tienen la posibilidad de imponer situaciones opresivas bajo una fachada de aparente libertad.

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Si tenés que elegir entre no comer y ser explotado durante 18 horas, o 14 horas o diez horas, yo elegiría ser explotado. Pero esa no es mi voluntad”, argumentó el militante.

“¿Cómo que no? También podés elegir morirte de hambre”, reaccionó el líder de La Libertad Avanza, lo que provocó el siguiente diálogo:

Grabois: – Y claro, es obvio, yo no me quiero morir, no quiero ni la horca ni la guillotina, quiero la libertad.

Milei: – A mí me gustaría que me paguen un millón de dólares por día, pero no lo paga nadie. Y no me siento explotado.

G: – Hay una diferencia sideral entre el millón de dólares y lo que estoy planteando, que se llama derechos humanos.

M: – Hay un nivel que está bien y hay un nivel que no, y es absolutamente subjetivo.

Javier, ¿vos sinceramente defendés el derecho a morirse de hambre?”, se involucró Fontevecchia. “Cada uno puede hacer de su vida lo que se le da la gana”, contestó el diputado.

— Pero sinceramente en esa situación a una persona no solamente la hacen trabajar 18 horas…

M: – Si tenés la posibilidad de trabajar y alguien lo eligió, prefirió no trabajar y que sus hijos se murieran de hambre.

—¿A vos te parece una elección ética?

M: – Yo me gano mi vida laburando.

—En el fondo lo que está acá en cuestión es lo siguiente: vos crees que la economía regula todo.

M: – No, creo en la libertad de los individuos, creo en el autogobierno, en el orden espontáneo.

—Nadie puede tener como preferencia morirse de hambre.

M: – Entonces trabajará, y si no le gusta ese lugar, buscará la forma de salir de eso. Pero ¿por qué vos te querés meter en el medio de ese contrato imponiéndole tus preferencias?, ¿no te parece autoritario eso? Porque es imponer tu visión. Si querés hacerlo, hacelo con tu plata, no con la mía.

Grabois se basó en este tramo del diálogo para plantear que Milei lleva sus ideas de la libertad a escenarios absurdos como el de pensar que sería legítimo que una persona le compre a otra un brazo porque simplemente le gusta coleccionar brazos.

“Si alguien se lo quiere vender, ¿cuál es el problema?”, aceptó el legislador.

G: – Te aseguro que vas a encontrar mucha gente dispuesta a vender su brazo a cambio de una vivienda para su familia. Ahora eso es una inmoralidad, es una monstruosidad que no se puede aceptar, porque eso es la imposición de la perversión del poderoso.

M: – Ese es el error. Porque decís que el tipo decida sobre su cuerpo, si quiere utilizarlo para financiar algo, para dárselo a los hijos. Y en el fondo, cuando tenés un Estado que te saca el 50%, como que te hubiera cortado la mitad del cuerpo, es muchísimo peor. Lo que pasa es que se hace con una pátina distinta, pero el resultado final es muchísimo peor porque no te sacó la pierna, te sacó la pierna, te sacó el brazo, te sacó la mitad de los órganos, lo único que hizo fue ser eficiente en cómo robarte, para que tenga una pátina distinta.

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