Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Celeste Carballo: “Estábamos escuchando a Hendrix y de golpe apareció Piazzolla”

(Credito foto: Franco Fafasuli)
Celeste Carballo canta a Piazzolla junto al Quinteto Revolucionario, este viernes en Bebop (Franco Fafasuli/)

Ya es otoño pero en Buenos Aires no lo parece, o al menos eso sucedía hasta que concluyó el fin de semana extra largo que detuvo -habría que decir, más bien, atenuó- la locura diaria de la gran ciudad. Hasta aquí llegó Celeste Carballo desde su casa en el oeste del conurbano. Beiró y Lope de Vega, esquina emblemática de Villa Devoto, un mediodía de humedad. Esta mujer que es una leyenda del rock argentino, cantante total y músico (así lo remarca ella, “músico”) completo, apura un cortado que extiende el mediodía para hablar con pasión, sobre todo de Astor Piazzolla. Y cuenta una anécdota que nos ubica en tiempo y espacio, ida y vuelta, de los años 70 de la centuria pasada a esta loca segunda década del siglo XXI.

“Tenía 12 años… Yo vivía a dos cuadras de acá, en Lope de Vega y Pedro Varela. En la esquina había una disquería. Creo a la semana siguiente que salió, me compré el simple que tenía “Balada para un loco” y “Chiquilín de Bachín”. Saqué los acordes de “Chiquilín…” con la guitarra. Yo recién empezaba a tocar y ese tema fue mi caballito de batalla de todos esos años cuando cantaba para mi familia: en los cumpleaños de la quinta, en los cumples de mis hermanos, en donde éramos como 40, siempre éramos muchos siempre… Y cambiaba el público porque venían amigos de los amigos, amigos de los novios. Éramos así”.

“Después descubrí a Astor como instrumentista, como músico, como innovador, como referente de la cultura, de la música de los 70, tan maravilloso… Para nuestra generación, que éramos pendejos Necesitamos nuestro referente. Y Horacio Ferrer, con toda esa lírica de extraterrestres y de locos, ¿entendés? Y eso era atractivo y sigue siendo atractivo, Sigue siendo nuevo”.

Quinteto Revolucionario Piazzolla 100
El Quinteto Revolucionario o “la revolucionaria”, como los llama Celeste Carballo

Este viernes en doble función (a las 20 y 22.45 hs.), Celeste Carballo cantará a Piazzolla junto al Quinteto Revolucionario en Bebop Club. “Es un honor total cantar Piazzola con el quinteto. Son muy muy capos. Aparte, bueno, es la banda de la Fundación Astor Piazzola y siguen los arreglos originales”. comenta entusiasmada.

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Por eso es que sucede el encuentro con Infobae Cultura, aunque la posibilidad de dialogar con una protagonista de la buena historia de la música popular argentina -decir “rock argentino”, le quedaría chico- de los últimos 40 años, resulta muy tentadora. El personaje en cuestión, lo es: fue la joven maravilla del folk-rock argentino que despuntó en los 80 al calor del final de la dictadura y la guerra de Malvinas (”Es la vida que me alcanza”, “Querido Coronel Pringles” y ainda mais). Luego se cortó el pelo y radicalizó el sonido para grabar un disco netamente punk producido por Charly García, rey Midas de la época (Celeste y la generación). Más tarde, concretó un dúo con Sandra Mihanovich que marcó una época y resultó casi una declaración de principios, artística, política y sexual en.

En los 90 dejó su huella con un inspirado disco, Chocolate inglés, que contenía variedad de géneros -impecablemente cantados-, una versión de “El día que me quieras” junto a Charly García y un clásico atemporal como “El chino” (ver más adelante en este misma nota), un bellísima canción-cuento de la película El amante compuesta con Andrés Calamaro. Y mucho más discos: acústicos, de blues, de música popular. Habría mucho más para contar, pero es más o menos bien sabido.

(Credito foto: Franco Fafasuli)
“Cuando tenía 12 años, compré el simple de Balada para un loco/Chiquilín de Bachín”, cuenta Celeste Carballo (Franco Fafasuli/)

Celeste Carballo compartió escenario con los mencionados Mihanovich, García y Calamaro, pero también con Peter Gabriel, Fito Páez y Mercedes Sosa. Canta rock, blues, baladas, zambas y lo que se te ocurra. Tangos también, por supuesto. Tango, buen punto de partida para el diálogo.

—Parece un lugar común pero ahí vamos: se te asocia con el blues, ponele ¿Pero nosotros tenemos el el tango… ¿Hay punto de contacto con el blues? ¿El tango es el blues porteño?

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—Sí, totalmente. Vos pensá que el tango en realidad tiene un origen, por la emigración italiana, los tanos trajeron esa canción napolitana… Eso tiene mucho que ver con el tango. El bandoneón lo trajeron los que venían del Volga. Esa misma gente también hizo una emigración a Estados Unidos, donde estaban los africanos con su dolor. Ahí se unió eso y creció luz. Y después, cuando se hizo urbano, se hizo jazz. Todo tiene que ver, por supuesto, con nuestro planeta Tierra y con todas las migraciones gigantescas, no solamente las del siglo 20, sino las del siglo anterior también ¿no? Y ahora hay nuevas migraciones y hay nuevas mezclas también.

Nuestra música, nuestra cultura se arma de eso, de ese desarraigo de la tierra. Pero no de la cultura. La gente se lleva su cultura. Se lleva el instrumento, la guitarra te la llevas, el bandoneón… Trajeron la canzoneta napolitana, se encontraron acá en el puerto y armaron esta argamasa urbana llamada tango. Y acá estábamos nosotros, escuchando a Hendrix en los 70. Y de golpe aparece Astor tocando el bandoneón de pie, con una camisetita lila clarita y un pañuelito celeste.

(Credito foto: Franco Fafasuli)
“En los 70, estábamos escuchando a Hendrix y de golpe apareció Astor” (Franco Fafasuli/)

—Volvamos a Piazzolla ¿Todavía lo seguís descubriendo?

—En este momento para mí, por ejemplo, descubrir una canción nueva es como los libros de Marguerite Yourcenar, que todavía me sigo guardando. Siempre hay un libro que todavía no estoy leyendo, que pienso que todavía soy joven para leerlo bien. Me lo estoy guardando de postre. Y parece que “Oblivion” era mi postre porque ni siquiera lo conocía. Y bueno, el quinteto me dio la opción de elegir el repertorio. Entonces busqué, busqué, busqué y encontré. Encontré “Oblivion” en una versión buenísima que no es la que se canta acá, por lo menos no la letra y la partitura, para aprenderlo. Y para mí encontrar esa partitura, ponerme en el piano con los acordes originales y la melodía original y poder estudiar así una canción de Piazzola, es un logro. Es un trayecto larguísimo: yo empecé a estudiar música después de tener un disco de oro. Significa muchas cosas.

—Obviamente esto refuerza tu relación con el tango, porque lo has grabado, has cantado…

—Hice un disco, en realidad un tributo al tango, a raíz de una invitación del Tasso. Me pidieron hacer un ciclo de jueves y en ese momento estábamos tocando con Franco Polimeni, un súper músico… Y ahí tocábamos un tango que era “Buenos Aires no tiene la culpa”, que lo hicimos con el maestro José Colangelo. Yo lo había grabado antes y por eso estaba en el repertorio, pero queríamos hacer más tangos, pero no daba en mi shows. Entonces cuando apareció esta invitación dijimos “sí, hagámoslo”. Estábamos de gira en Formosa y era un sábado. El lunes teníamos que arrancar los ensayos. Me dijo Franco “¿qué repertorio vamos a hacer?” Le digo “A ver…” Vacié mi mochila sobre la cama. Estábamos en mi cuarto del hotel: tenía como siete CDs de tango. No había ninguno de rock, claro. Tenía tres CDs de Piazzola, el de Gotan Project y después tenía discos de María Graña.

Y aparte tenía mis tangos, claro. Armamos el repertorio ahí y salimos y tocamos. Ya en el cuarto, quinto show, la cosa iba creciendo mucho en emoción y gracias a la ayuda económica de un amigo que me quería producir hacía mucho, yo dije “este es el momento”. Pudimos grabar el show y editar el disco, editar el video y todo. Fue esa ventana que se abrió, ¿viste?

(Credito foto: Franco Fafasuli)
“Ya basta de usar a la mujer para el perreo y el putismo ¡Cortala loco! ¿Qué te pasa?” (Franco Fafasuli/)

—Me gustaría volver sobre dos hitos de tu discografía (así los considero, al menos). En 1985, fue toda una revelación cuando hiciste Los poetas de Latinoamérica ¿no? Era una combinación explosiva de música muy potente, con una letra muy política, muy fuerte. ¿Cómo lo ves hoy?

—A Alfonsina la venía leyendo hacía tiempo. Yo vivía en Villa Gesell, en los años 77, 78… Fuimos a la biblioteca (no había internet, no había teléfonos, no había Spotify, nada) a buscar los libros de Alfonsina y ahí encontré “Queja”, un poema de ella. Y ya leía a Pedroni antes. Yo siempre digo que por él escribí una canción diferente, que él me dio su ritmo. Él me dio sus palomas, él me dio sus frases llenas de poesía rítmica. Más adelante cuando estaba de gira en España, esperando en el aeropuerto para volver a Madrid, me apareció uno de Pablo Neruda: Las uvas y el viento. Me explotó ese texto. Creo que fue como una decantación después de haber leído todo ese libro, qué sé yo, como una visión aparte. En esa época tenía unas amigas madrileñas que un día, medio en broma, medio en serio, me dijeron “sudaca” Y yo dije “¿qué? ¿De qué estás hablando? ¿Qué es eso, sudaca?” No me gustó.

Fue la primera vez que vi a la Argentina dentro de Sudamérica. Claro, porque nosotros, Argentina, nos creemos el ombligo del mundo. Y no lo estaba viendo. Lo vi en recién en ese momento leyendo a Neruda. Aparte veía muchos argentinos que vivían en Madrid en esa época y estaban estaban hechos mierda por la nostalgia. Yo detesto la nostalgia. Y todo eso me impulsó a escribir ese texto y otros. Aparte, en ese momento en Madrid, la escena punk era muy fuerte. Estaba en ese mundo, ¿no? Me encantó todo ese quiebre

—El otro hito es Chocolate inglés, un disco muy importante en tu vida… Cantas “El día que me quieras” con Charly y está “El chino”, coescrito con Andrés Calamaro, un temazo, casi te diría un clásico del rock argentino…

—Ese disco lo hice después de haber estudiado mucho tiempo. Empecé estudiando piano con el tío Santiago Giacobbe, después de tener un disco de oro, después de Me vuelvo cada día más loca. Sí, ahí empecé a estudiar música. Me compré un piano y estaba toda la tarde tocando escalas, armando acordes. Te sirve como andar en bicicleta, No te olvidás nunca más. Las escalas, la construcción de acordes y todo eso es para toda la vida. Y después, a los dos años empecé a estudiar con Pichona Sujatovich, la mamá de Leo. Una capa que me dijo “a vos te voy a educar la mano izquierda, los bajos y te voy a enseñar la blue note”. Yo abrí los ojos y dije “¡Sí!” Cuando lo tuve en el mapa del piano, se abrió un mundo nuevo. Ahí está todo clarísimo. Y me encerré a tocar, tocar y componer. Yendo donde quería ir, no donde me llevaba un sonido lindo de la guitarra (como construía las canciones antes).

Cuando nos encontramos con Andrés después de muchos años y construimos “El chino” en un día, yo sabía lo que estaba haciendo. Con Andrés nos encontramos después de no vernos porque él se había ido a España y me mandaba cartas por amigos: casetes, hasta un afiche de Los Rodriguez… Pero lo vi mientras yo estaba en un bar y él pasó por la calle. Nos contamos la vida de cuatro años en dos minutos y dijimos “Bueno, tenemos que hacer algo”. Yo había terminado mis horarios en el estudio Panda, pero podía pedir más… Y él también iba a grabar en Panda. Así, que “encontrémonos a la noche” me dijo él, “y hacemos un tema”. Él se fue a grabar, yo me fui a mi casa, arranqué “El chino”. Yo recién había visto El amante (ya había leído el libro porque era fan de Marguerite Duras). Esa noche le relaté la historia, él no había visto la película ni leído el libro.

Le mostré la primera parte de la canción que ya tenía hecha, y él hizo la segunda… En un minuto. Conseguimos un horario en el estudio para el día siguiente. La grabamos los dos solos.

(Credito foto: Franco Fafasuli)
Celeste Carballo cuenta la historia íntima de “El chino”, su gran canción compuesta y cantada con Andrés Calamaro (Franco Fafasuli/)

—Última pregunta ¿Vos dirías que el tango sigue siendo la banda de sonido de Buenos Aires, de esta ciudad del siglo 21?

—Sí. No hay otra cosa. Porque si hablamos de corrientes culturales yo te voy a decir algo realmente problemático. No sé dónde está Buenos Aires, ya no sé dónde está Buenos Aires y ya no sé dónde está Argentina, porque culturalmente es todo una masa. Es una masa global. Una masa global que está viviendo el rap y todo. Ojo, me encantan las nuevas corrientes. Todo… El trap también me gusta. Pero me gustaría que el trap se pudiera encontrar con la canción en algún momento, con alguna armonía. ¡Alguno que aprenda a tocar el piano, por favor! Ya basta de usar a la mujer para el perreo ¿Cortala loco, qué te pasa? Tanto feminismo por un lado, y por el otro ¿qué somos? ¿Animales o qué? Cortenla.

[Fotos: Franco Fafasuli]

Fuente: https://www.infobae.com/cultura/2024/04/04/celeste-carballo-estabamos-escuchando-a-hendrix-y-de-golpe-aparecio-piazzolla/

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